Los implantes dentales son tornillos de titanio que, a través de una cirugía muy sencilla, son instalados en los maxilares para reemplazar a las raíces dentarias que se han perdido. Cuando el implante se ha integrado al hueso, se coloca un pilar (o muñón) que conecta al implante con la cavidad bucal. Sobre este pilar emergente se coloca finalmente la corona (o prótesis que corresponda al caso). Las indicaciones de los mismos son muy amplias, ya que pueden ser utilizados tanto para reemplazar una única pieza perdida, varias, o todas, de acuerdo a las distintas alternativas que ofrece la prótesis dental. Esto quiere decir que no necesariamente hay que colocar un implante por cada diente que se ha perdido. El implante ha causando una revolución dentro de la odontología ya que une en un mismo concepto una estética y funcionalidad incomparables.
El diagnóstico implica maniobras donde el odontólogo analiza si el paciente puede o no recibir implantes dentales. Es cierto que las contraindicaciones son muy pocas, pero el diagnóstico debe ser muy preciso, ya que si bien la colocación de un implante es algo relativamente sencillo, lleva muchos pasos y es necesario que todo el procedimiento sea planificado de antemano.
El terreno es estudiado mediante distintas radiografías, tomografías computadas, toma de impresiones y análisis de la forma de morder del paciente. Así se logra definir la cantidad de implantes a colocar, el tipo de prótesis que se instalará sobre ellos y si es necesario o no recurrir a alguna de las diversas técnicas de regeneración del hueso. A medida que se van perdiendo los dientes naturales, el hueso que los soportaba también desaparece, hasta el punto que muchas veces no queda el espesor adecuado para la colocación del implante. Hoy existen técnicas de regeneración ósea que devuelven ese espesor perdido.
Si bien la palabra cirugía muchas veces suele ser sobrevalorada por el paciente del consultorio dental, la utilizamos al hablar de implantes, ya que los mismos se realizan con técnicas precisas, en condiciones de absoluta esterilidad y generalmente en equipo, como se haría en una cirugía general. Pero desde la práctica, la colocación de un implante no es una maniobra muy diferente a una extracción dental simple. El procedimiento se realiza en un consultorio odontológico que sencillamente cuenta con equipamiento especial, lleva aproximadamente 45 minutos y se practica bajo la misma anestesia local que se utiliza para arreglar una caries, hacer una extracción o un tratamiento de conducto.
Luego de la colocación del implante, se esperan entre 2 y 4 meses en la mayoría de los casos, para proseguir con el tratamiento.
Luego del período mencionado, se conecta el implante con la cavidad bucal. En los casos donde se devuelve un único diente, se coloca el pilar apropiado y se comienza a trabajar en la confección de una corona, exactamente del mismo modo que se hace con un diente normal que ha sido sometido a un tratamiento de conducto y tiene colocado un perno.
Con controles periódicos y manteniendo una muy buena higiene dental, se minimizan los riesgos de fracaso del tratamiento. En buenas condiciones de mantenimiento, el implante durará lo mismo que un diente natural.